Este bendito año de 2019 comenzó con uno de los Regalos que más Luz han traído a mi vida. Y en estos últimos meses he estado viviendo el duelo más duro de los vividos. La persona que trajo esa Luz llegó, me inundó con ella, me mostró cosas que no imaginaba, y se marchó.

Llegué a ese momento convencido, creyendo que el grueso de mi trabajo estaba hecho, y que afrontaba, por fin, la primera relación consciente de toda mi vida. Y no, no lo era, aunque era algo igualmente importante, mi «prueba de fuego», el punto en mi evolución en el que por fin debía mostrar cuál era mi concepto de mí mismo. El Amor que yo sentía por mí.

Nos cuentan, desde siempre, que debemos poner a «los demás» por delante. Que debemos olvidarnos de nosotros mismos. Y no es verdad. Nada inspiraremos nunca en nadie si no estamos bien, en Paz, mínimamente conscientes de que somos la persona más importante de nuestra propia vida.

Y ése era el paso que por fin me correspondía dar. Descubrir que mi amor por esa persona llena de Luz estaba lleno de apego, de necesidad, de cubrir mis propias carencias, mis propios vacíos, con todas las maravillas que ella trajo a mi vida. Había amor, desde luego, pero faltaba lo más importante: amarla desde mi amor por mí mismo, no desde la necesidad de su presencia.

La relación duró «poco» tiempo para el vínculo que se estableció, sencillamente enorme. Algo -y alguien- que quedarán ahí de por vida, muy dentro de mí. Y de ahí este duelo, tremendo, sentido por mí en mis rincones más profundos.

Pero todo puede sanar, siempre que tengamos la voluntad de ponernos con ello. Un trabajo brutal, con dolor, sufrimiento, miedos, tristeza; pero un trabajo maravilloso. Algo que ahora empieza a permitirme acoger a esa persona en un espacio propio, un espacio que se queda para siempre en mí. Ella me mostró su Luz, la compartió conmigo, con absoluta generosidad; y también me mostró sus sombras. Sombras que me ayudaron a aprender la lección que siempre se me había resistido.

Se puede salir del duelo, incluso del más duro, yo lo he estado viviendo. Por ello soy capaz de sentirme agradecido, después de tanto dolor, tanto sufrimiento, tanta tristeza.

2 thoughts on “El duelo”

  1. Me siento muy identificada…. a mi me ha pasado igual tras una ruptura desgarradora y desoladora tras la que sientĺ que me metieron la mano en el pecho y brutalmente me arrancaron el corazòn…. no estoy tan de acuerdo en que todo nos lo tenemos que trabajar nosotros sino que tambien hay que tener suerte para encontrar personas buenas con las que construir espacios de felicidad…. todo no es explicable desde nuestras carencias o vacíos.

    1. Buenos días, María, y mis disculpas por la tardanza en contestarte. Creo firmemente que sólo crecemos y evolucionamos como personas a través de lo que solemos llamar experiencias «duras»; no acabamos de aprender, de «tomar nota» de nuestras lecciones más importantes si no experimentamos dolor …

      En cuanto a lo de «tener suerte», yo siento que la «suerte» -entendida como el «azar», como algo «caído del cielo» por «casualidad»- simplemente no existe. Creo que la Vida tiene su «Plan» para todos y cada uno de nosotros, y que, en cierta medida, nosotros somos dueños de nuestras decisiones: las personas «buenas» llegan conforme nosotros nos convertimos precisamente en el tipo de persona que deseamos tener a nuestro lado.

      No creas nada de lo que te diga nadie, incluyéndome a mí, por supuesto; si te apetece, si sientes que «debes», comprueba tú misma si existe esa «suerte» 🙂

      Muchas gracias por tus comentarios. Te envío un abrazo fuerte, y te deseo lo mejor.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *