Siempre, casi desde que era un niño, he creído firmemente que los errores que todos cometemos deben enseñarnos. Que no es cuestión de pedir perdón, de pedir disculpas -aunque se pidan-, sino de tomar muy buena nota de lo que hayamos hecho, y de cambiar de rumbo.

Es cuestión de reconocer lo que hayamos hecho ante el otro, ponernos en su lugar, y aplicarnos el cuento. Sin excusas.

Yo he pasado los últimos días pensando, pero sobre todo sintiendo -mucho- mis comportamientos, mis acciones, todo lo que he hecho, porque quería estar seguro de haberme puesto en el lugar del otro.

Y veo que me he equivocado, seriamente. La situación ha sido complicada, y no he visto la buena voluntad de la otra persona, porque me han cegado mis miedos.

Me cuesta creer lo equivocado que he llegado a estar. Y ahora, después de tanto dolor y tanta tristeza, y convencido de mis errores, pido a la Vida que esa otra persona, a la que he herido, esté dispuesta a seguir ahí.

Me conozco bien cuando aprendo de un error, porque aprendo de verdad. Confío en que eso pueda ser suficiente; confío en la libertad de la otra persona para tomar su decisión.

2 thoughts on “Ponerse en el lugar del otro”

  1. Esta vida es un aprendizaje, todos en algún momento nos equivocamos, somos humanos. Lo más hermoso es la toma de consciencia y poder tomar nota para así poder rectificar, ya que es de sabios. Namasté.

    1. Sí, un aprendizaje continuo, que tiene principio, y ningún fin. El que incluye pedir un perdón verdadero, siempre como un primer paso para rectificar.
      Gracias por compartir, Ana. Namasté.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *